Francesca Woodman nació un 3 de abril de 1958 en Denver Colorado. Su madre Betty Woodman fue una reconocida artista de cerámica y su padre George Woodman era un reconocido pintor, escultor y fotógrafo. A los 13 años su padre, que era pintor, le regaló una Rollei japonesa de imitación y empezó a retratar los lugares en los que pasó su infancia: entre Boulder, un pueblo de Colorado, y la campiña italiana, donde veraneaban. Su talento precoz hizo que alcanzara la madurez artística a una temprana edad durante el periodo de formación en Rhode Island. Francesca Woodman tomó su primera fotografía a la edad de trece años. Desde que era una adolescente hasta su muerte a los veintidós años, produjo un fascinante trabajo de exploración de género, representación y sexualidad fotografiando su propio cuerpo y el de sus amigos.
El arte italiano en la vida de Woodman
Italia se caracteriza por ser uno de los países con más influencias artísticas, siendo la cuna de grandes personalidades como Leonardo Da Vinci, Raffaelo Sanzio y Michelangelo, para los amantes del arte resulta ser un paraíso y con Francesca no fue la excepción. Según sus compañeras de instituto, Francesca siempre tuvo alma de artista. Su estadía en Italia le permitió definir su estilo y aprender sobre movimientos artísticos que se convirtieron en parte esencial de su vida: el surrealismo, el romanticismo y el estilo gótico.
Estando en Roma comenzó con su estilo característico de fotografiar lugares en decadencia: paredes deterioradas, construcciones descuidadas, ruinas y rincones polvorientos. La influencia del arte italiano en sus pinturas es determinante, se puede notar con la especial atención a la naturaleza (en su caso, muerta) y el detenimiento en la figura del cuerpo femenino.
La fotografía en la vida de Francesca Woodman
Francesca se enamoró de la fotografía cuando tenía 13 años. Desde el inicio su modelo favorita para fotografiar fue ella misma, a veces utilizaba modelos (siempre mujeres), pero solía decir que disfrutaba más trabajar sola. Su madre Betty Woodman excusa a su hija diciendo que era más fácil lograr un concepto representando tú mismo el modelo que darle indicaciones a alguien más.
Sus fotografías esconden mensajes de feminismo, romanticismo y misterio. Con cuerpos casi siempre desnudos ubicados estratégicamente en espacios en ruinas creaba escenas que atrapaban las miradas. El uso de la luz y la sombra perfectamente manejado le da un toque sombrío y elegante a sus trabajos. Los trabajos de Francesca retrataban la soledad, el olvido, el paso del tiempo y la melancolía, su talento en la fotografía impresionaba por su edad, con tan solo 19 años logró impresionar a los críticos y creó su marca personal basándose únicamente en su estilo romántico y gótico.
Utilizaba la técnica de la aparición y la desaparición, mostrando nítidamente la escenografía y desvaneciendo su cuerpo en movimiento. Su arte es sujeto de múltiplos análisis psicológicos y poéticos, se solía decir que sus obras eran poemas fotografiados.
Una trágica despedida
La artista al regresarse de Italia entró en depresión, no conseguía trabajar en los lugares que deseaba y era constantemente rechazada por los fotógrafos más importantes de la ciudad. Además de sentirse frustrada profesionalmente, una ruptura amorosa la desequilibró totalmente, sus intentos de mejorar visitando distintas clínicas psiquiátricas no dieron frutos.
Francesca Woodman se suicidó el 19 de enero de 1981, con tan solo veintitrés años. La artista sufría de depresión y ansiedad, estaba pasando por un momento difícil de su vida por lo que decidió lanzarse de la ventana de un edificio en Nueva York.
En la monográfia Francesca Woodman: Portrait of a Reputation. Publicado por Rizzoli Electa, se reúne el material que el fotógrafo George Lange, compañero de estudios e íntimo amigo de la artista, atesoró en una caja. La cerró meses después de la muerte de Francesca y hasta 2017 no pudo volver a abrirla. Encerraba seis años de una entrañable amistad: inocentes cartas, anotaciones casuales y una invitación a tomar el té; también docenas de impresiones en papel que la joven artista dejó atrás cuando decidió trasladarse a Nueva York, así como hojas de contacto, que instintivamente su compañero acertó a recoger y a guardar; unas 45 fotografías que él mismo tomó y que recogen el día a día de la artista, así como una postal escrita desde la librería Maldoror —especializada en la obra del movimiento surrealista—, donde la autora mostró la primera de sus dos únicas exposiciones. “Fue la primera artista, verdadera, que conocí”, admitía el fotógrafo en una charla organizada por el Museo de Arte Contemporáneo de Denver
“Mi vida en este punto es como un sedimento muy viejo en una taza de café y preferiría morir joven dejando varias realizaciones… en vez de ir borrando atropelladamente todas estas cosas delicadas”.
A pesar del breve periodo de actividad de Woodman, este fue muy productivo y fecundo. En vida imprimió cerca de 800 negativos de los miles que tuvo ocasión de tomar. El grueso de su producción la acometió entre 1975 y 1978 en la Rhode Island School of Design. Aunque tuvo pocas oportunidades de mostrar trabajo durante su vida, Woodman ha sido objeto de numerosas exposiciones individuales póstumas, incluida “Francesca Woodman”. On Being an Angel “, que se inauguró en 2016 en el Moderna Museet de Estocolmo, y Life in Motion de 2018 : Egon Schiele / Francesca Woodman en Tate Liverpool en el Reino Unido.